Monasterio de Santa María de Moreruela

En la comarca de Tierra de Campos, al noroeste de la provincia de Zamora, se alzan las imponentes ruinas del Monasterio de Santa María de Moreruela. Este cenobio, perteneciente a la Orden del Císter y erigido fundamentalmente entre los siglos XII y XIII, no es solo un conjunto de piedras antiguas, sino un testimonio vivo de la historia medieval, de la reconquista, de la fe y del arte que transformaron este paisaje.

Un faro de la reconquista y repoblación

La fundación del Monasterio de Santa María de Moreruela se inscribe en un contexto crucial: la política de reconquista y repoblación impulsada por el reino de León en la Edad Media. Consciente de la necesidad de asentar el dominio cristiano en los territorios recién incorporados a la corona, el rey leonés Alfonso VII promovió activamente la instalación de comunidades monásticas. Estos monjes no solo se encargarían de poner en cultivo las tierras, sino que también actuarían como focos de irradiación cultural y espiritual, consolidando la presencia cristiana.

Así, Moreruela se erigió en un enclave estratégico, muy próximo a la histórica Vía de la Plata, una arteria de comunicación crucial que conectaba el norte y el sur de la península. Durante el siglo XII, el monasterio ejerció una notable influencia sobre la población de su entorno, convirtiéndose en un referente espiritual y económico.

Impulso real y esplendor cisterciense

La creación de Moreruela fue un proyecto directamente impulsado por la monarquía. En el año 1143, el rey Alfonso VII de León, conocido como «el Emperador», entregó el solar de Moreruela al noble Ponce Giraldo de Cabrera. Este influyente personaje, de origen catalán y que ostentaba el título de Príncipe de Zamora, recibió el encargo expreso de establecer allí un monasterio bajo la regla de San Benito.

Ponce Giraldo de Cabrera trajo consigo a monjes benedictinos reformados, miembros de la Orden del Císter –los célebres «monjes blancos»– para dar vida al nuevo cenobio. En pocos años, la comunidad de Moreruela quedó formalmente afiliada a la prestigiosa abadía francesa de Claraval (Clairvaux), y el monasterio adoptó la advocación de Santa María, signo inequívoco de su plena integración en la orden cisterciense.

Gracias al decidido apoyo de la corona y a las generosas donaciones de la nobleza, Santa María de Moreruela experimentó un rápido florecimiento. Llegó a convertirse en un centro monástico de primer orden, acumulando un considerable patrimonio y siendo considerado, en su época, una de las fundaciones cistercienses más importantes de toda España. De hecho, algunas fuentes incluso lo señalan como el primer monasterio cisterciense fundado en la Península Ibérica, dada la temprana fecha de su establecimiento.

Arquitectura: austeridad románica y despertar gótico

El conjunto arquitectónico de Moreruela es un fiel reflejo del estilo cisterciense clásico, una fascinante combinación de la austeridad propia del Románico tardío con los elementos emergentes del Gótico. La construcción original se remonta al siglo XII, con ampliaciones y modificaciones que se extendieron hasta los inicios del XIII, lo que explica la transición estilística que aún hoy podemos apreciar en sus ruinas.

La iglesia monástica, cuya construcción se inició hacia 1162 según algunas inscripciones, es el corazón del conjunto. Presenta una planta basilical de tres naves, un crucero bien marcado y una impresionante cabecera semicircular, que constituye la parte más antigua y netamente románica (siglo XII).

La cabecera de la iglesia es, sin duda, una de sus partes más singulares y destacadas. Está conformada por un ábside central majestuoso, rodeado por una girola o deambulatorio que permitía la circulación de los fieles, y siete absidiolos semicirculares que se abren radialmente. Este diseño escalonado en tres niveles (capillas absidiales en la parte inferior, girola en el nivel intermedio y el ábside mayor coronando el conjunto) no solo es estéticamente impactante, sino que también refleja la influencia del estilo borgoñón y permitía una mejor iluminación del templo a través de los ventanales superiores. Desde el exterior, esta estructura, más propia de algunas iglesias de peregrinación, se integra con la sobriedad característica del Císter.

Al adentrarnos en el interior de la iglesia, observamos cómo los elementos románicos de su base –arcos de medio punto y robustas columnas– dan paso a desarrollos góticos en las alturas. Las bóvedas de crucería, con sus características ojivas, cubrían la nave central y el crucero, aportando una sensación de mayor ligereza y verticalidad. La capilla mayor se sustenta sobre ocho columnas que la separan de la girola, y los capiteles, siguiendo la norma cisterciense, presentan una decoración vegetal muy sencilla, huyendo de cualquier ostentación.

Más allá del templo, el monasterio se articulaba en torno a un claustro cuadrangular, del que aún se conservan vestigios. Entre las dependencias que han llegado hasta nosotros, aunque en estado ruinoso, destacan la sala capitular, lugar de reunión de la comunidad monástica, y la llamada sala de los monjes. Esta última, construida a comienzos del siglo XIV, presenta dos naves separadas por pilares cruciformes y cubiertas con bóvedas de arista.

Con el paso de los siglos, el monasterio experimentó diversas reformas para adaptarse a las nuevas necesidades. Entre los siglos XVI y XVII se añadió una hospedería para acoger a viajeros y peregrinos, y en el siglo XVII se levantó un nuevo pabellón destinado a dormitorio de novicios, reflejando las adaptaciones propias de la época barroca. No obstante, la esencia de su traza medieval se mantuvo y es la que hoy define la imponente estampa de sus ruinas.

Del esplendor al abandono

A pesar de su brillante época medieval, Moreruela no fue inmune a las crisis y avatares históricos posteriores. Ya en el siglo XIV, el monasterio entró en un período de cierto estancamiento y decadencia. Siglos más tarde, los conflictos bélicos de la España moderna afectaron gravemente su integridad. La Guerra de la Independencia (1808-1814), con la invasión napoleónica, tuvo consecuencias devastadoras. El monasterio fue ocupado sucesivamente por tropas francesas y españolas, lo que provocó el saqueo de muchas de sus dependencias y la huida temporal de la comunidad de monjes.

Aunque los religiosos regresaron tras la contienda e intentaron reanudar la vida conventual, el monasterio nunca recuperó su antiguo vigor. El golpe definitivo llegó con las leyes desamortizadoras del siglo XIX. Durante el Trienio Liberal (1820-1823), los monjes fueron exclaustrados temporalmente. Finalmente, en octubre de 1835, en el marco de la Desamortización de Mendizábal, se decretó la supresión definitiva del convento. Los escasos monjes que aún residían en él fueron expulsados, y el majestuoso recinto quedó completamente abandonado.

Tras la exclaustración de 1835, el conjunto monástico inició un rápido e inexorable proceso de ruina. Sus valiosos materiales constructivos fueron objeto de expolio; muchas de las piedras de sus muros y bóvedas se desmontaron para ser reutilizadas en la construcción de casas y edificios agrícolas en los alrededores. Durante décadas, Moreruela quedó reducido a un esqueleto arquitectónico, expuesto a los rigores del tiempo y al olvido.

No fue hasta bien entrado el siglo XX cuando se reconoció oficialmente su inmenso valor patrimonial. En 1931, el Estado español lo declaró Monumento Histórico-Artístico (figura precursora del actual Bien de Interés Cultural), otorgándole así protección legal. Sin embargo, parte de la propiedad había pasado a manos privadas, lo que dificultó las labores de recuperación. Hubo que esperar hasta la década de 1990 para que se produjera un cambio significativo. En 1994, la Junta de Castilla y León adquirió las ruinas de Moreruela, emprendiendo desde entonces importantes trabajos de excavación arqueológica, consolidación y restauración. Gracias a estas actuaciones, hoy podemos visitar y comprender los restos del Monasterio de Santa María de Moreruela en condiciones de seguridad, apreciando la magnitud de este legado histórico.  

Ecos de la historia y curiosidades

El Monasterio de Santa María de Moreruela atesora, además de su imponente arquitectura, numerosas historias y detalles curiosos:

  • Antecedentes Legendarios: La tradición oral y algunas crónicas antiguas sugieren que en este mismo emplazamiento ya existía un monasterio en el siglo IX. Se cuenta que en torno al año 895, San Froilán, un eremita leonés que llegaría a ser obispo de León, fundó un primitivo Monasterio de Santiago bajo el patrocinio del rey Alfonso III de Asturias. Aquel cenobio altomedieval habría desaparecido posteriormente a causa de las incursiones musulmanas, quedando el lugar despoblado. Siglos después, la fundación cisterciense del siglo XII se concibió, en cierto modo, como una «refundación» de aquel espacio sagrado abandonado.
  • Pionero del Císter en España: Como ya se ha mencionado, Moreruela está considerada una de las primeras, si no la primera, abadía cisterciense establecida en la Península Ibérica. Esta primacía histórica la convierte en un referente fundamental para el estudio del arte y la cultura del Císter en España.
  • Las Huellas de los Canteros: Si se observan con detenimiento los muros y sillares de las ruinas, es posible descubrir numerosas marcas lapidarias grabadas en la piedra. Estos signos y símbolos eran realizados por los maestros canteros medievales que participaron en la construcción del monasterio. Servían para identificar el trabajo de cada cuadrilla de obreros y para contabilizar las piezas labradas. Cruces, estrellas, iniciales y otras formas geométricas constituyen un curioso testimonio de la organización gremial y las técnicas constructivas de la Edad Media.
  • En la Ruta de la Plata y el Camino de Santiago: El monasterio gozó de una ubicación privilegiada junto a la antigua calzada romana de la Vía de la Plata. Esta importante ruta, que comunicaba Mérida con Astorga, fue también empleada durante la Edad Media por los peregrinos que se dirigían a Santiago de Compostela. Esta proximidad permitió a Moreruela integrarse en las redes económicas y culturales de su tiempo. En la actualidad, sus ruinas forman parte de los atractivos turísticos del Camino de Santiago – Vía de la Plata, siendo un desvío muy recomendable para peregrinos y viajeros interesados en el patrimonio histórico.
  • Mecenazgo y Descanso Eterno de Nobles: A lo largo de su dilatada historia, Moreruela contó con la protección y el favor de numerosos reyes y miembros de la nobleza. Algunos de ellos, como muestra de su devoción y vinculación con el monasterio, eligieron el templo como lugar de enterramiento. En la iglesia llegaron a existir ricos sepulcros y monumentos funerarios de importantes benefactores de la abadía, así como valiosas esculturas religiosas. Lamentablemente, tras la desamortización, muchos de estos bienes artísticos se perdieron o fueron trasladados a otros lugares. Aun así, la memoria de estos patronos perdura en los documentos monásticos y añade un aura de historia nobiliaria al recinto.

El Monasterio de Santa María de Moreruela, aun en su estado de ruina, sigue transmitiendo una profunda sensación de grandeza y espiritualidad. Visitarlo es emprender un viaje en el tiempo, una oportunidad para conectar con un pasado de fe, arte y esfuerzo humano que ha dejado una huella imborrable en el paisaje zamorano. Un legado que merece ser conocido, valorado y preservado para las futuras generaciones.

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